De CARLOS GARVÍN.
Cuando leí Intemperie, la primera novela de Jesús Carrasco, tuve la sensación de que estaba ante un autor que había irrumpido en el panorama literario para quedarse y convertirse en uno de los protagonista en los próximos años. Y creo que no ando desencaminado. Escribir una segunda novela con la misma calidad literaria era un arduo cometido. Había dejado el listón muy alto. Carrasco es un escritor meticuloso, que sabe hallar la palabra perfecta, el adjetivo idóneo, que construye cada frase con la minuciosidad de un maestro relojero. Su escritura es pausada, contenida, más cerca de la poesía que de la prosa. Los párrafos preñados de léxico, de campo.
En La tierra que pisamos Carrasco ha sido fiel a su estilo y continúa trabajando con los mismos ingredientes. Le da voz a Eva Holman, la esposa de un coronel jubilado y convaleciente. Los dos viven un retiro idílico en un pequeño pueblo de Extremadura. La vida de Eva se trastoca tras la aparición de un pordiosero que se empeña en quedarse a vivir en su huerto. Apenas habla, pero se obstina en no abandonar la parcela a pesar de las amenazas de la dueña. Poco a poco Eva va desgranando la historia de Leva, el misterioso y forzoso inquilino, y junto a ella el dolor de muchas mujeres y hombres. La verdad, tan cruda, tan cruel, contada en pequeñas dosis, como la extracción de un valioso mineral en la oscuridad de la mina, crea en el espíritu de Eva la más absoluta inquietud. A través de esos encuentros con Leva, a través del horror que muestran sus ojos, Eva va reviviendo lo pasos que tuvo que dar, reconstruyendo una vida a tientas, recorriendo el mismo camino que hizo él.
Carrasco aborda el tema de la culpa y el perdón. Hace hincapié en la empatía del que ha vencido a la fuerza, pero se identifica y se arrepiente ante el derrotado. Sobre el abuso de poder. La violencia está presente durante toda la historia, la envuelve, junto al horror. Eva es un personaje intenso, tiene fuerza narrativa. Se transforma.
La novela está ambientada en un pueblo extremeño a principios de siglo XX, aunque podría tratarse de cualquier pueblo de Europa minado por la Segunda Guerra Mundial o cualquier pueblo español que sufrió la Guerra Civil. De cualquier ejército invasor que ha usurpado la tierra que pisan, que ahora les pertenece. Jesús Carrasco hace reflexionar al lector sobre este tema. ¿A qué precio la han tenido que comprar? Con la sangre y la vida de sus habitantes. Para unos, apenas tiene valor y para otros, esa tierra es su vida entera. La tierra, como elemento emocional, es también protagonista, junto a Eva y Leva.
Lo han comparado con Delibes, con Cormac McCarthy, con Gonçalo Tavares, pero tiene una forma propia de narrar que lo hace especial, sabe llevar el ritmo de la narración, un lenguaje perfecto para hacer incomodar al lector. Se ha forjado una voz muy personal. La tierra que pisamos me parece una novela inteligente. Leer a Carrasco sigue siendo un placer irremplazable e inevitable. No dejen de hacerlo.
Seix barral, 2016
270 páginas
18 euros.
Artículo inicialmente publicado en el blog de CARLOS GARVÍN.
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